Shang-Chi y la leyenda de los Diez Anillos, Destin Daniel Cretton

05.12.2021

La ambición de Disney / Marvel no tiene límites. Si ese invento que ya olía a viejuno desde que lo parieron llamado MCU (han descubierto el vino con gaseosa y nos lo venden como Dom Perignon) tiene que ramificarse por todo el mundo para que hasta el último adolescente (otro día hablaré de por qué Disney y el resto de aspirantes a Fu-Manchú como Facebook y Google pretenden ensanchar la adolescencia desde los 7 hasta los 40 años) quiera consumir sus productos, raro era que no entraran en el mercado chino con este doble ataque entre Shang-Chi (Sanchís para los amigos) y Raya y el último dragón.

Y ojo, que no tiene nada de OPA hostil. Cuando hay dinero por medio, el comunismo chino se deja seducir hasta por las bitcoins, la especulación pura y dura del mercado de riesgos. No es una aventura pasajera de Disney, sino una inversión en toda regla del gigante estadounidense, un intercambio de cromos cuyos acuerdos veremos sin duda los próximos años.

Y la excusa es sencillamente ridícula. Shang-Chi y sus 10 anillos es otra película de artes marciales con un trasfondo visto mil veces (padre malvado que reclama a sus hijos a su lado) y que ni siquiera sabe jugar las bazas de las dobles intenciones (es Disney, no sea que la legión de ofendiditos se lleve las manos a la cabeza porque el guion les hace trampas). Y cómo tenían que meterla en alguna de sus sagas y la de Star Wars les caía un poco lejana, como la galaxia, han aprovechado un refrito del hijo de Fu-Manchú, han metido un cameo del Doctor Extraño por medio de Wong y han recordado de lejos al Mandarín de la tercera y pésima película de Iron Man (con participación trivial de Kingsley) para meternos doblada una película entretenida, con buenos efectos especiales, pero plana como el encefalograma de un servidor.

Queremos más? No. Necesitamos más? Tampoco.  

Bitácora Perversa
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