Sex Education, Laurie Nunn

Recuerdo lo mucho que me gustó Sex Education cuando la estrenaron hace un par de años en Netflix. En esa época Marietta y yo nos tragábamos muchas series inglesas a horas intempestivas, cuando los niños ya se habían dormido. Fue la época de Black Mirror, de Downtown Abbey, de Sherlock, de Penny Dreadful, de The End of the Fuckin World, y sobre todo de Grandchester y Happy Valley.
Era fresca. Estereotipada, pero tenía un punto de ingenuidad reflejada en el protagonista que te hacía empatizar sin mayor problema. Otis era un pringadete, pero era nuestro pringadete. Lo queríamos.
Hablaba de sexualidad con un tono desenfadado pero responsable, y trataba de mantener en una línea más o menos de flotabilidad el tema de los desnudos y las relaciones para no tener problemas con la censura.
Pero poco a poco eso fue cambiando. Esa eterna Tensión Sexual No Resuelta entre Otis y Maeve llegó a un punto de evasión. No se puede estirar de forma indefinida. Su relación acaba siendo el McGuffin de la serie, y no la trama principal.
Y pese a que la serie está tomando otros derroteros mucho más reivindicativos -esta temporada con las personas No Binarias, el mensaje inclusivo y el mundo LGTBIQ+- que coartan un poco ese rollo fresco del que se enorgullecía al principio, lo cierto es que está evolucionando a convertirse en una serie de referencia. Sólo espero que esta colmena de hormonas desatadas llegue a un punto donde la necesidad de mostrar la diversidad sexual no se transforme en un escaparate o un gabinete de curiosidades donde se busque el morbo y no el amor.