Misa de Medianoche, Mike Flanagan

Se abre el telón. Un hombre joven, algo travieso, bien parecido y resuelto vuelve a su pueblo ligeramente cambiado por una experiencia traumática. Este pueblo permanece aislado, con sus propios mitos, y aunque algunos vecinos se muestran amables con él (la antigua novia, algunos adolescentes), en general no es todo lo bien recibido que a él le gustaría.
No es el único visitante. Un extraño aparece en el pueblo portando una pesada caja que mantiene oculto a los demás. Es el nuevo sacerdote. Sólo algunos elegidos conocen el secreto que porta. Poco a poco, extrañas muertes y desapariciones comenzarán a diezmar la población de esta aldea.
Título de la miniserie? El misterio de Salem's Lot? Noooooo. Misa de Medianoche. Aunque comprendo vuestro error.
A Mike Flanagan se le puede acusar de aburrido, de crear series lentas, donde el terror está tan dosificado que apenas es perceptible hasta que te golpea en las narices, y aquí no resulta diferente. La clave radica en los tiempos, siempre en los tiempos. Desde el principio esto parece una versión modernizada del clásico de Stephen King, pero sólo hasta que el espectador está preparado, la verdad no se manifiesta de la única manera que entiende el terror, al despiste. Cuando las pistas indican a la siguiente víctima, la cámara se desenfoca para asestar el golpe letal al que estaba en el fondo. Y eso es lo que ocurre aquí.
De qué va esto? De un chico atormentado, de un moderno Ben Mears que regresa a su pueblo costero tras una temporada en la cárcel por atropellar a una pobre chica mientras conducía borracho. Está muerto, pero no lo sabe. También tenemos a un nuevo sacerdote en el pueblo, uno que viene a sustituir temporalmente al viejo cura de toda la vida, y que poco a poco será el mediador de una serie de "milagros" que provocan el paroxismo místico de los ya de por sí beatos aldeanos.
No contaré más. Es necesario verla para comprenderla. No quiero dejar de mencionar el final de capítulo más catártico de la historia de la televisión junto al de Charlton Heston a caballo en la playa contemplando la cabeza de la Estatua de la Libertad. Es una escena muy breve, sobre una barquichuela, y contiene la esencia del cine, una gigantesca elipsis, la comprensión súbita de la fe de un hombre, y la capacidad de sacrificio para purgar su pecado y salvar las almas de quien ama, aunque sea consciente de que su existencia está vacío. Pura poesía audiovisual.