La Liga de la Justicia, Zach Snyder

Ridícula.
Llega un momento en la épica, si no se riega con la suficiente sangre y los sacrificios no son verdaderos, que pierde toda su dimensión y cae en la banalidad de lo superfluo, de la pose, de un conjunto de postales con banda sonora destinadas a impresionar sin una buena historia detrás, y eso es lo que le ocurre al Snyder Cut de la ya de por sí floja Liga de la Justicia.
Quizá el hombre estaba pasando un momento muy malo, quizá se crearon demasiadas expectativas en torno a su dirección, no en vano venía de grandes títulos en el género del terror y los superhéroes como El amanecer de los muertos, 300, Watchmen o El hombre de acero, pero lo cierto es que las cuatro horas de película se hacen excesivamente largas, aún viéndolas a ratos, como si de una interminable gymkana se tratara en la que nuestros héroes (siempre con el tic de no quiero entrar pero el deber me llama porque soy un héroe), todos con traumas infantiles e indestructibles por lo que se observa, van salvando obstáculos hasta enfrentarse al malo maloso con la ayuda de Superman, que es de verdad el que corta el bacalao y se lleva la mejor parte.
Y ya cansa un poco. Si Conan era simple y directo, en esta Liga de la Justicia -5 desconocidos que se juntan un par de días- todo es enrevesado y tienen que darle profundidad -algún día hablaré de lo que creen los cinéfilos que es la profundidad- matándoles a la familia, a los amigos, al vecino del quinto y su perrito Fifi -guiño, guiño, Alfredo Landa-, poniendo caras ceñudas hasta la hilaridad, adornando los paisajes con versiones edulcoradas del cancionero gaélico -hasta suena el Song to the siren-, mucha paleta de colores para alterar los estados de ánimo y toda clase de trucos de feria para adornar un espectáculo, como he dicho al principio, vacío.
Mención especial para el epílogo con tres partes diferenciadas. Supongo que Snyder lo considera un caramelito para que la productora trague con más secuelas de este Universo Expandido o como mierdas se llame esta moda de realizar secuelas, precuelas y desarrollar personajes secundarios. Esto se lleva haciendo 500 años en la literatura y 40 en la televisión, y nadie le da importancia al "canon", como si las pajas mentales de cuatro guionistas le fueran a importar a alguien más que a sus cuentas corrientes a fin de mes. Joder, es que después de tres horas y media con la música de Enya alternando con explosiones y golpes, te meten media hora más con el sueño de Antonio Resines versión monocromo, incluida la aparición del Detective Marciano, que por nombre y apariencia, nos retrotrae a los cómics de Roberto Alcázar y Pedrín, igualando el tufillo a rancio.
Un artificio pretencioso, no es otra cosa. Fuegos de artificio para vestir una pelea de cuatro horas, con intención de contentar a los "intensitos" que necesitan que les digan que ven cosas de listos para que no se piensen que son tontos.