Chapelwaite, Stephen King

Los que me seguís, ya sabéis que los vampiros y Salem's Lot es uno de mis temas recurrentes, así que no es de extrañar que, en cuanto tuviera ocasión, me lanzara a la yugular de esta serie basada en la obra de Stephen King que vino con la estrategia de no decir claramente si era de vampiros o no, aspecto que se resuelve hacia la mitad de la primera temporada, cuando deja de ser un cuento gótico y se convierte en un slasher con chupasangres.
Y lo cierto es que no está nada mal. La atmósfera es insana, el clima de Preacher's Corner está muy logrado, una sociedad decrépita donde nadie es lo que parece, y donde una extraña enfermedad que sume en la apatía, la debilidad extrema y la anemia está exterminando poco a poco a los habitantes del pueblo, que lo achacan a la "maldición de Boone".
Y el Boone no es otro que un Adrien Brody circunspecto con cara de dolor perpetuo y voz de Batman. Aquejado de las visiones de gusanos que han afectado a su familia desde su abuelo, hereda la mansión de su tío y su primo, y se muda allí con toda la familia. Pero poco a poco se da cuenta de que hay algo oculto en la casa y en el pueblo, algo que comienza con vamp- y acaba con -iros, y no quiero revelar más.
Lo mejor es la caracterización de Christopher Heyerdahl, que ya tenía experiencia de chupasangres en la serie Van Helsing, y lo peor es el cambio de mitografía respecto a la original Salem's Lot, al menos en un punto muy importante. Antes, si te mataba un vampiro, te convertías en un vampiro. Ahora no, es necesario que bebas su sangre, lo que le quita parte de gracia al tema epidemiológico.
Y, sin duda, lo del final hay que darle un par de vueltas. La segunda parte de la temporada es un chicle muy estirado que no aporta prácticamente nada a la trama. El último capítulo es anticlimático. En vez de la catarsis asistimos a un bajón de ritmo e interés, más digno de un epílogo de dos minutos. Y las decisiones que se toman son ilógicas. Eso es lo que jamás puedo perdonar a un guion, que carezca de coherencia interna, y lo que hace el personaje de Brody es de una estupidez supina, creando dos problemas en vez de solucionar uno. Os lo contaría, porque me muero de ganas de hacerlo, pero no os privaré del placer de despotricar en privado de ese forzado final.